Por Frida sandoval
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26 de diciembre de 2025
Te subestiman, te lastiman… y los ganas Hay experiencias que parten tu vida en dos. No porque sean glamorosas, sino porque te obligan a preguntarte: “¿De qué estoy hecha realmente?” Eso le pasó a Ceci Flores, actriz, conductora y directora, cuando decidió dejar la universidad por un semestre, apagar el celular, despedirse de su familia y entrar a un reality extremo: Reto 4 Elementos, Naturaleza Extrema. Diez semanas en la selva. Sin reloj. Con poco sueño, poca comida… y muchos bichos. Empujar barriles que pesan el doble que tú, colgarte casi 40 minutos de un poste, comer cucarachas y licuados imposibles mientras la cámara te apunta… y aun así no rendirte. No por un premio, sino por algo más profundo: demostrarte que no te subestimaste. Esta es la historia de una mujer que descubrió que su fuerza real no estaba en sus músculos, sino en su mente. Y que hoy nos viene a recordar algo incómodo, pero liberador: el límite casi nunca está afuera… está en tu cabeza. Cuando el problema es creer que “no puedes” Tal vez tú no estás en una selva comiendo larvas, pero sí viviendo tu propio “reality” diario: Te da miedo intentar algo nuevo porque “¿y si fallo?” Te aterra salir de tu rutina, aunque ya no te haga bien. Crees que el cansancio, el estrés o la falta de energía “así son” y punto. Te comparas con los “más fuertes”, “más grandes”, “más preparados” y decides que tú no. Nos pasa a todos: confundimos comodidad con seguridad y evitamos cualquier reto que nos saque de la zona conocida. Ceci también era así en algo muy puntual: no soportaba ni ver un bichito cerca. Y terminó con una tarántula caminando por su cuerpo… y sin entrar en pánico. No porque de repente “dejara de tener miedo”, sino porque entendió que puedes seguir adelante incluso con miedo. Y ahí cambió todo. La mente más fuerte que el cuerpo Cuando Ceci recibió la llamada para entrar al reality, estaba a media carrera de cine. Tenía una regla familiar muy clara: primero la escuela. Y aun así, su papá le dijo algo que le cambió la jugada: “Estás estudiando para tener una gran vida profesional. Si esta oportunidad puede ayudarte en eso… tómala.” Con esa bendición, Ceci se fue 10 semanas a la selva. Ahí se encontró con tres grandes maestros: El cuerpo que aguanta más de lo que creías Antes del reality, Ceci entrenaba como “flaca cuidadosa”: poco peso, miedo a lastimarse, mucho límite mental. En el juego se topó con: Empujar barriles gigantes pesando apenas 44 kilos. Cargar, jalar, trepar y aguantar tiempos que jamás había imaginado. Competir lesionada: nervio del bíceps lastimado, dedos esguinzados, rodilla golpeada. Y aun así seguía. No porque el dolor desapareciera, sino porque descubrió que la cabeza decide antes que el músculo cuándo te rindes. El hambre, el sueño y la incomodidad como entrenamiento mental Nada de buffets, nada de “healthy brunch”: Días enteros a base de huevo, arroz, un poco de pollo y crudités ralladas. Horarios rotos: grabar a medianoche, dormir en el piso, levantarse sin saber qué hora era. Aprender a disfrutar cuatro horas de sueño como si fueran ocho. El cuerpo se adapta. La mente se queja primero… o se vuelve cómplice. El equipo como gasolina emocional Había pruebas en las que el cuerpo ya no daba, las lesiones pesaban y la nostalgia por la familia pegaba fuerte. Ahí aparecía su equipo: Compartir la comida con quienes estaban peor. Cuidarse entre todos cuando alguien se lesionaba. Recordarse mutuamente que nadie gana solo, aunque la final sea individual. En la pista final, Ceci no era la más grande ni la más “imponente”. Pero sí era la que mejor conocía cada obstáculo, cada truco, cada detalle del circuito. Mientras otros llegaban con fuerza bruta, ella llegaba con estrategia, experiencia y enfoque. Y eso hizo toda la diferencia. Ejemplos reales de una mente que decide no rendirse Hay escenas del reality que Ceci nunca va a olvidar… y que tú tampoco cuando las escuchas: Comer cucarachas… y seguir adelante En los retos de “inframundo”, Ceci llegó a comerse 36 cucarachas a lo largo del programa, además de licuados con órganos y mezclas que daban náusea solo de olerlas. Terminaba la prueba, salía a vomitar, tomaba agua, volvía a vomitar… y luego regresaba a competir. No se trataba de “aguantar por aguantar”, sino de decirse: “Si ya pasé por esto, no me voy a ir a la primera.” Dormir poco, sin reloj y sin quejarse (tanto) Los días podían terminar a las 3 de la mañana y volver a empezar a las 6. Sin idea de la hora, sin cama, sin baño cómodo. El cuerpo se confunde, la mente también. Ceci eligió una estrategia: estar presente en el juego . No pensar en lo que pasaba afuera, no instalarse en la queja, no vivir en el “cuando salga de aquí”. Un día a la vez, una pista a la vez, un reto a la vez.